jueves, 10 de enero de 2013

COMPARATIVA SOBRE DISTINTAS FECHAS DE NACIMIENTO DE JESUS DE NAZARET Y LA ESTRELLA DE BELEN



A raíz de la publicación de los tres post:
http://astrologica.ning.com/profiles/blogs/antares-la-estrella-de-b..., fueron publicados en otras páginas, varios artículos que ofrecen fechas distintas a la que yo propongo como astrológicamente más probable.

Una de las fechas que plantean como posible día del nacimiento de Jesús de Nazaret,  defendida desde cierto sector de la astrología española, con más empeño que acierto, es la del 1 de Marzo del 7 a.c., y está basada, fundamentalmente, en lo que denominan “la gran conjunción” de Piscis, es decir, un stellium de cinco planetas en el signo de los peces, stellium al que consideran como algo infrecuente y extraordinario.
Asimismo, enfatizan, como algo que puede ser único, el hecho de la Neomenia (conjunción Sol-Luna) que se produce en el mismo signo de Piscis donde tiene lugar la conjunción entre Júpiter y Saturno.
Sin embargo, ninguna de las dos configuraciones citadas tiene nada de extraordinario, único, o infrecuente, ya que cada vez que Júpiter y Saturno se encuentran en el mismo signo donde realizan su conjunción, también se produce, al menos, una neomenia o conjunción Sol-Luna, y esto es algo que ocurre cada veinte años.
Y todas y cada una de las veces que acontece una conjunción de Júpiter con Saturno, al menos durante un mes, concretamente durante el mes que el Sol transita el signo donde se produce dicha conjunción, como mínimo se produce un stellium de cuatro planetas. Estos cuatro planetas son siempre Júpiter, Saturno, Sol y Luna, a los que se pueden añadir, y esto es lo más frecuente, cualquiera de los otros tres planetas conocidos en el mundo antiguo (Marte, Venus y Mercurio) y en especial dos de ellos, Mercurio y Venus, debido a la proximidad con la que “viajan” junto al Sol. Recordemos que la elongación máxima de Mercurio respecto al Sol es de 28º, y la de Venus es de 46º.
Como prueba de todo lo expuesto, veamos los stellium que se produjeron en las conjunciones de Júpiter con Saturno anteriores y posteriores a la del año 7 a.c., que como acabo de mencionar suceden cada veinte años.
En el año 27 a.c., el día 6 de Julio, stellium de cuatro planetas en el signo de Cáncer. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna)
En el año 46 a.c., el día 31 de Octubre, stellium de cinco planetas en el sigo de Escorpio. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Venus)
En el año 66 a.c., los días 21 y 22 de Febrero, stellium de cinco planetas, también en el signo de Piscis, (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Venus) curiosamente los mismos planetas de los stellium de los años  7 a.c. y 46 a.c., pero con una salvedad de mayor coincidencia porque la neomenia o conjunción exacta Sol-Luna en el grado 4º de Piscis se produjo al mismo tiempo que se producía la conjunción exacta de Júpiter con Saturno en el grado 12º de Piscis, estando situado Venus en el grado de su mayor exaltación, 27º grado de Piscis, por lo que la conjunción Júpiter-Saturno de ese año 66 a.c. fue más espectacular y debería haber tenido más trascendencia astrológica que la del año 7 a.c. para los astrólogos de la época. Sin embargo, no fue así y ello indica que el simple hecho de un stellium no produce un nacimiento extraordinario como fue el de Jesús de Nazaret, de lo contrario, los magos persas deberían de haber realizado un fatigoso viaje cada veinte años.
No menos significativas deberían haber sido las conjunciones posteriores a la del año 7 a.c.
En la del año 14 d.c., concretamente el 8 de Noviembre, hubo un stellium de seis planetas en el signo de Escorpio. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Venus, Mercurio)
El siguiente stellium del 1 de Agosto del año 34 d.c. fue de cinco planetas en el signo de Leo. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Mercurio)
Así podríamos seguir, uno tras otro, hasta los dos últimos que se han producido en nuestros días.
El 8 de Septiembre de 1980, stellium en el signo de Virgo de cinco planetas. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Mercurio)
Y el 3 de Mayo del año 2000, hubo un espectacular stellium de los siete planetas dentro del signo de Tauro. (Júpiter, Saturno, Sol, Luna, Marte, Venus, Mercurio)
A la vista de todos estos datos podemos tener muy claro que el stellium de Marzo del año 7 a.c. no fue el motivo astrológico que llevó a aquellos astrólogos persas hasta Judea, porque como hemos comprobado dichos stellium no tienen nada de extraordinarios, ya que se producen cada veinte años.
Además de todo lo anteriormente expuesto, en un artículo del investigador astrológico José Luis Carrión sobre el trabajo "El Cristianismo: La estrella del mesías" de Demetrio Santos, considerado como uno de los mejores astrólogos del siglo XX, también figura una cronología, un orden temporal de los hechos que se sucedieron tras el nacimiento de Jesús, y unas atribuciones a varios personajes que no concuerdan con la realidad que nos presentan los evangelios apócrifos de la infancia.
Según este trabajo de Demetrio Santos, Jesús nació el 1 de Marzo del 7 a.c., y también dice que los magos llegaron a Belén cuatro meses más tarde, concretamente el día 11 de Julio de ese mismo año, asegura que el pastoreo era una ocupación aristocrática, y que por ello los pastores de la zona poseían elevadísimos conocimientos astrológicos que les llevaron hasta el lugar donde había nacido Jesús, asimismo supone que el viejo Simeón era un especialista en astrología y que también esperaba el nacimiento del mesías. Además, sostiene entre otras cosas que José encontró trabajo en Belén hasta su regreso a Nazaret.
Sin embargo, los evangelios de la infancia contradicen esos argumentos.
Desde la salida de Nazaret de José y María hasta la huida de toda la familia a Egipto, pasando por la adoración de los magos, la circuncisión de Jesús, el asesinato del gran sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, la presentación del niño en el templo, la traición de Begor y la matanza de los inocentes, entre otros sucesos; los evangelios apócrifos de la infancia nos dicen lo siguiente:
Aparte de presentarse al censo ordenado en aquel tiempo por el emperador Augusto, el verdadero motivo de su salida de Nazaret fue evitar el ridículo y las burlas de los vecinos de aquella ciudad hacia José, conocedores de que éste no podía ser el padre de la criatura que esperaba María.
Más adelante, cuentan estos evangelios que los sacerdotes persas llegaron a Jerusalén tres días después del nacimiento de Jesús, y que una vez informados de la profecía de Miqueas de que el nuevo rey de los judíos tendría que nacer en Belén, partieron hacia allí y encontraron al recién nacido en una cueva próxima a Belén.
Permanecieron acampados otros tres días junto a la cueva, comprobando signos y señales en el hijo de María para saber si Jesús era el niño especial que andaban buscando. Una vez convencidos de que lo habían hallado le hicieron grandes regalos, entre ellos, monedas de oro con las que José y su familia pudieron proveerse durante una buena temporada de todo lo necesario para su supervivencia. Después, decidieron regresar a su país sin avisar a Herodes, sabiendo que avisarle conllevaría la inmediata ejecución del niño.
Es muy natural que los pastores de la zona, al ver el campamento de los sacerdotes persas instalado en el mismo lugar durante tres días, sintieran curiosidad y se acercasen a ver que estaba sucediendo. Aquí debemos hacer una distinción entre los propietarios de las ganaderías, que posiblemente tuviesen rango aristocrático, y los pastores, es decir, las gentes que conducían las reses a los pastos, trabajadores asalariados cuyo conocimiento astrológico se supone mínimo, con la probable excepción del dominio de las fases lunares y su influencia en el ganado.
Siguen narrando estos evangelios que a los ocho días de nacer Jesús, José subió a Jerusalén y trajo de allí a un hombre llamado Joel para que le practicara al pequeño Jesús la circuncisión, tal y como ordenaba la ley judía.
Mientras tanto, Herodes había iniciado una investigación para conocer quién podía ser el recién nacido que estaba causando tanta expectación, y su “policía”, tal vez por el extraño, tardío y especial embarazo de Isabel (Debemos recordar que Isabel era una mujer anciana y estéril, por lo que su concepción pudieron considerarla como milagrosa), llegó a la conclusión que era Juan, el hijo de Isabel y del Gran Sacerdote Zacarías, el que estaba destinado a reinar sobre la tierra de Judea.
Herodes ordenó a Zacarías que llevase a su hijo a palacio para conocerlo, pero en vez de esto envió un emisario a su mujer Isabel, para que huyese con el pequeño Juan y se ocultasen en algún lugar seguro.
Cuando Zacarías desobedeció por tercera vez el requerimiento de Herodes, éste último envió sicarios al templo de Jerusalén y asesinaron a Zacarías.
Siguen diciendo las escrituras que, cuarenta días después del nacimiento, José tomó en secreto a María y a Jesús, y subieron a la ciudad de Jerusalén para efectuar el ritual de purificación de María y, a la vez, hacer la presentación del niño a los sacerdotes.
El Gran Sacerdote Simeón, persona ya muy anciana que había sustituido en el cargo al recién asesinado Zacarías, fue informado por José del nacimiento especial de Jesús, tomó al niño en brazos y lo bendijo. Dicen esos escritos que Simeón murió cuarenta días después de bendecir a Jesús.
Siguiendo con la narración cronológica de los hechos, uno de estos evangelios dice lo siguiente:
“Y continuaron los tres viviendo hasta el comienzo de otro año en Belén, cuando un hombre impío de esta localidad, llamado Begor, fue a prevenir al perverso rey Herodes, y le hizo el siguiente relato: Los magos que enviaste a Belén, y a quienes ordenaste que pasasen a verte antes de abandonar Judea, no han vuelto, sino que, habiendo ido allá abajo, y habiendo encontrado a un niño recién nacido, del que se decía que era hijo de rey, le han ofrecido profusión de presentes que consigo llevaban, y han regresado a su tierra por otro camino.”
Fue entonces cuando Herodes se sintió engañado por los sacerdotes persas, y montó en cólera, ordenando a continuación que se pasase a cuchillo a todos los niños menores de dos años en Belén.
Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años para asegurarse de que Jesús estaba entre ellos.
Por lo tanto, según estos evangelios de la infancia, sabemos que los sacerdotes persas  llegaron a Judea cuando Jesús, prácticamente, acababa de nacer, y lo que conocemos como la degollación de los inocentes se produjo casi un año más tarde.
Cuando los mercenarios de Herodes regresaron a Jerusalén, José y su familia huyeron desde Belén hasta Ascalón, ciudad situada a orillas del mar Mediterráneo, quizá, con la idea de embarcar para ir a Egipto, pero, algo lo debió impedir, y regresaron tierra adentro hasta Hebrón, dónde residieron ocultos medio año. Herodes tuvo noticias de que en Hebrón podía estar el niño-rey que buscaba, y ordenó que se apoderasen de Jesús, pero, María y José supieron la noticia, y lograron huir a tiempo; y por la llanura de Tanis entraron en Egipto, donde recorrieron varias ciudades.
Gracias a estos evangelios también conocemos el exilio de toda la familia en Egipto y más tarde en Siria; y que Jesús pisó Nazaret por vez primera a la edad de doce años, José, “su padre” murió seis años más tarde, es decir, en el año 12 d.c., cuando Jesús contaba con dieciocho años.

(Toda la información sobre la vida de Jesús expuesta en este artículo está extraída del libro “Jesús de Nazaret, a través de todos los evangelios” ISBN 978-84-614-0296-0)

En cuanto al artículo del astrólogo colombiano Wilson Roman sobre investigaciones realizadas por el astrónomo australiano David Reneke, que dice lo siguiente "Parece que el 12 de agosto de este año 3 AC, Júpiter y Venus apareció muy cerca uno del otro, antes del amanecer, para ver la más brillante "estrella". . Ellas eran visibles en el cielo del este entre las 3:45 am y las 5:20 Y lo más notable es que el 17 de junio 2 años antes de Cristo, Venus y Júpiter en el cielo parecía estar unidos y formar un misma "estrella" en la constelación de Leo", discrepo en dos puntos básicos, el primero es que las conjunciones de Venus con Júpiter solamente se pueden apreciar con su mayor intensidad durante un día, debido a la mayor velocidad de traslación de Venus, y ese no es un evento que haga iniciar un viaje de 1500 kilómetros, sobre todo porque las conjunciones de Venus con Júpiter se producen todos los años.

Y el segundo punto y fundamental es que las fechas que propone el citado astrónomo (año 3 a.c. y año 2 a.c.) no se sostienen ya que Herodes había muerto un año antes (murió en la primavera del año 4 a.c.) y, por lo tanto, Jesús no pudo nacer después de la muerte de Herodes.

Será prácticamente imposible que un día aparezca la partida de nacimiento de Jesús, pero ello tampoco debe ser motivo de gran preocupación porque personajes tan especiales como Jesús la tienen escrita en el cielo. Por ello, estoy convencido que la única forma de conocer el momento de su nacimiento es a través de la astrología o, por llamarlo de una manera más técnica y moderna, de la astro-arqueología.

Si las posiciones especiales de los astros en el firmamento son indicadoras de grandes hechos y, si hacemos nuestro el axioma “como es arriba es abajo”, el nacimiento de un personaje tan extraordinario como Jesús de Nazaret tuvo que estar marcado por una configuración astronómica-astrológica extraordinaria, y la única configuración extraordinaria que tuvo lugar en aquella época sucedió en un preciso momento de aquel día 19 de Agosto del año 7 a.c.


Saludos.

José Antonio Cardona

domingo, 30 de diciembre de 2012

ANTARES, LA ESTRELLA DE BELÉN Y EL NACIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET (y 3)





Los grandes nacimientos siempre están marcados por disposiciones astrológicas extraordinarias.
Como segundo ejemplo, expondré aquí el de Siddhartha Gautama, conocido como Buda. Su nacimiento, el 8 de Septiembre del 543 a.c. en el calendario juliano, o el 2 de septiembre del 543 a.c. en el calendario gregoriano, se consideró igualmente extraordinario, al venir al mundo con los cinco planetas, propiamente dichos, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, en su domicilio astrológico, y las luminarias, que son los planetas que dan la luz, es decir, el Sol y la Luna, se encontraban en conjunción con el planeta Mercurio qué, según los astrólogos antiguos, daba al ser humano la inteligencia. Es por esto por lo que le llamaron Buda, o "el Iluminado".
Estas que siguen son las posiciones planetarias en el momento del nacimiento de Buda.

Mercurio, 2º grado de la constelación de Virgo.
Luna, 5º grado de la constelación de Virgo
Sol, 19º grado de la constelación de Virgo.
Venus, 9º de la constelación de Libra.
Marte, 27º de la constelación de Escorpio.
Júpiter, 28º de la constelación de Sagitario.
Saturno, 7º grado de la constelación de Capricornio.

Retomando el tema de los astrólogos persas, debemos puntualizar que aquellos magos no poseían nuestros modernos relojes de precisión para controlar el tiempo. Su único y más exacto reloj era el conocimiento de la posición de los astros en el firmamento, y ésta es una de las grandes diferencias entre aquellas civilizaciones y la nuestra.


La actual medición del tiempo enumerando años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos sirve, simplemente, para controlar y ubicar cronológicamente a las personas, y a los acontecimientos importantes que se producen en todo momento, pero sin tener en cuenta la calidad y naturaleza de esos momentos, que los antiguos astrólogos tenían controlados todo el tiempo.
Y ahí radica, precisamente, esa gran diferencia.
Nosotros controlamos el tiempo, ellos controlaban el momento.
Para nosotros, cada fracción de tiempo es igual e idéntica. Para ellos, cada momento era distinto y único.
Los astrólogos persas llegaron a Jerusalén, con el único objetivo de hallar a la persona que iba a nacer en un lugar, y en un momento, concretos.
Por todo ello, deberíamos tener muy claro, al igual que lo tenían aquellos magos, que Jesús nació en ese preciso momento astronómico-astrológico, al que nosotros podemos fechar o datar cronológicamente como las 11 horas y 28 minutos del día 19 de Agosto del año 7 antes de Cristo (en el calendario gregoriano, o día 21 en el calendario juliano), o año 747 después de la fundación de Roma, o como cualquier otra fecha con la que queramos datarlo dependiendo de los patrones cronológicos que manejemos, pero lo realmente importante en este hecho, no es ubicarlo en un calendario u otro, sino ser conscientes de que el nacimiento de Jesús de Nazaret aconteció en ese momento astrológico concreto.
Vuelvo a insistir sobre el siguiente versículo del evangelio armenio de la infancia, el cual, leído detenidamente, nos descubre el modo por el que los magos conocieron con gran exactitud el día y la hora del acontecimiento.

"Y nosotros, poseedores de ese testimonio escrito, conocimos de antemano al nuevo monarca, hijo del Rey de Israel."


Parece muy claro que esos "magus" tenían en su poder la carta astrológica, con la posición precisa de los planetas y estrellas regias, de aquel momento excepcional.
Ese, y no otro, era el verdadero calendario para aquellos sacerdotes-astrólogos persas.


Pues bien, ahora ya conocemos como supieron los magos el tiempo y el momento en el que se iba a producir ese nacimiento y, también, el motivo que les hizo dejar sus confortables templos, y lanzarse a una aventura “contrarreloj”, para llegar a tiempo de poder constatar y confirmar que el pequeño Jesús era, en realidad, ese ser especial al que deseaban conocer, rendir homenaje, ofrecer presentes y, sobre todo, hacer partícipe, por supuesto a través de su familia, de su distinguido y excepcional nacimiento.
Este acontecimiento que conocemos como la adoración de los magos pudo reafirmar en José, María, y en el resto de acompañantes, la convicción de que el pequeño Jesús llegaría a ser un día rey de Judea, o el mesías libertador del pueblo judío.


El capítulo de la adoración o, lo que es lo mismo, la confirmación pública de la grandeza de la persona que nació en aquel momento excepcional, en este caso, Jesús, pudo tener más importancia de la que nos imaginamos, porque quizá, la comprensión de todo esto, indujo a personas como a su "padre" José, a sacrificarse en su vejez, vagando de país en país y de ciudad en ciudad, para proteger a Jesús, al principio, de Herodes y, más tarde, de su hijo, Arquelao; e, indujo igualmente a su propia madre, María, a su tía la hermana de su madre, y, a Salomé, entre otras muchas, a acompañar a Jesús hasta su crucifixión.

Es de suponer que Jesús fue informado, un día, de su especial nacimiento, y que ello le condujo a adoptar un papel y liderazgo mesiánico que más adelante le pudiese llevar a convertirse en rey de Israel.

 Saludos cordiales para todos.

© del texto: José Antonio Cardona
Bibliografía: “Jesús de Nazaret, a través de todos los evangelios” 
ISBN 978-84-614-0296-0
Derechos Reservados  © 2010


ANTARES, LA ESTRELLA DE BELÉN Y EL NACIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET (2)




Antes de continuar, es necesario realizar otro pequeño inciso para explicar el orden tradicional de los días de la semana, así como el del cómputo de las horas romanas que se empleaban en la época de Jesús.
El domingo era considerado el primer día de la semana, el lunes el segundo, y así hasta el sábado, que es el séptimo y último día semanal.
En cuanto a las horas diurnas, hallaban su duración dividiendo el tiempo de luz solar entre doce. En el mismo momento del amanecer comenzaba la hora prima, y se sucedían por orden numérico. El final de la hora sexta coincidía siempre con el mediodía, y en el momento del anochecer terminaba la hora duodécima, por lo qué una hora de verano era mucho más larga de tiempo que una hora de invierno. La noche la dividían equitativamente en cuatro vigilias.
Y ahora, ya podemos retomar el tema.

Continúa diciendo este evangelio de la infancia que, según esta carta que guardaban los magos, ese gran rey de Judea debería nacer el sexto día de la semana, a la hora sexta, es decir, un viernes hacia el mediodía.

"Y prometió a nuestro primer padre que, conforme a su plegaria, escribiría y sellaría con su propio dedo un pergamino en letras de oro, que llevaría la siguiente portada: En el año seis mil, el día sexto de la semana, el mismo en que te creé, y a la hora sexta, enviaré a mi hijo único."
Ev. Armenio de la Infancia 11,23

Por lo tanto, una de las pistas que nos aporta este evangelio, es que Jesús tenía que nacer en viernes.
Entonces, ¿Cuándo se produjo esa especial, e irrepetible configuración astronómica? ¿Fue viernes, ese día?
Pues bien, ese excepcional momento astronómico que marcó el nacimiento de Jesús, acaeció el diecinueve de agosto del año siete antes de Cristo y, precisamente, ese día fue viernes.

Esta fecha se corresponde con el calendario gregoriano, utilizado en nuestra época.
Si, para comprobar las posiciones planetarias, o para cualquier otro tipo de comprobación, se utiliza el anterior calendario juliano, esta misma fecha corresponderá al viernes 21 de Agosto del año 7 a.c.
Habrá que tener también muy en cuenta en ambos calendarios, tanto gregoriano como juliano, que el año 0 no existió, y que el orden sucesivo de aquellos años fue el siguiente: -7, -6, -5, -4, -3, -2, -1, +1, +2, +3, etc., por lo que en los programas informáticos de astrolomía que contemplen el año 0 deberemos marcar el año 6 a.c., y según que calendario tengan establecido estos programas deberemos marcar el 19 o el 21 de Agosto.


Por consiguiente, ya sabemos que los planetas, por su excepcional posición en el firmamento, marcaron a los magos la fecha del nacimiento de ese gran rey de Judea.
Una vez expuesto todo lo anterior, que sirvió para que los astrólogos persas supiesen el día concreto de la natividad, paso a explicar algo que fue fundamental para que estos magos de oriente conociesen el momento preciso del nacimiento de Jesús.

La astrología persa consideraba a cuatro estrellas como las principales del firmamento, las cuales fueron, y todavía son hoy en día, conocidas como las cuatro estrellas reales de los persas.
Estas estrellas son las siguientes:

(1) Aldebarán, situada en el grado 15º de la constelación de Tauro.
(2) Régulus, situada en el grado 5º de la constelación de Leo.
(3) Antares, situada en el grado 15º de la constelación de Escorpio.
(4) Fomalhaut, situada en el grado 9º de la constelación de Acuario.

Estas cuatro estrellas forman dos ejes en forma de cruz que dividen el círculo zodiacal en cuatro partes casi idénticas.

El calificativo de "regias o reales" atribuido por los persas a esas cuatro estrellas, fue, precisamente, porque, estando situadas en puntos astrológicos clave, en el nacimiento de una persona, otorgan cierto grado de realeza al destino del nativo.

Una vez explicado esto, podemos seguir calculando la hora del nacimiento.
Otra pista que nos descubre el evangelio armenio de la infancia, es que Jesús debería nacer a la hora sexta, y como he comentado anteriormente, la hora sexta finalizaba sobre el mediodía.

En el evangelio de Mateo podemos leer:

¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarle. 
Mt. 2,2

Pues bien, tal como anuncia Mateo, y en perfecta correspondencia con el evangelio armenio de la infancia, en un preciso momento de la hora sexta de aquel día sexto, viernes 19 de Agosto del año 7 a.c., el Oriente, o lo que es lo mismo, el grado del ascendente astrológico, apuntaba directamente a una de las cuatro estrellas reales de los persas, concretamente, a la estrella Antares, es decir, astronómicamente hablando, la estrella Antares se encontraba, exactamente, en el grado del ascendente, o punto de intersección de la Eclíptica con el punto cardinal Este, es decir, en el Oriente.
Según todos los programas informáticos de astronomía consultados (utilizando siempre  el zodiaco sideral con el Ayanamsa Aldebarán 15 Tauro, porque éste era el zodiaco que usaban los astrólogos orientales), ese preciso momento en el que la estrella Antares se encontraba en el Oriente, sucedió a las 11:28 de la mañana, y esta hora coincide exactamente con el parámetro que aporta el evangelio armenio de la infancia al indicar que el nacimiento de Jesús debería acontecer dentro de la hora sexta.
Por lo tanto, la enigmática y legendaria estrella de Belén que “vieron” los magos al oriente, era una de las cuatro estrellas regias o reales de los persas, en este caso, Antares.
He colocado entre comillas "vieron" porque a las 11,28 de la mañana es imposible ver estrella alguna. El término "vieron" significa que los astrólogos persas conocían que, el grado ascendente de ese momento especial, era el grado 15º de la constelación de Escorpio, y ese es el grado exacto donde se encuentra siempre instalada la estrella Antares.


Debido al movimiento de rotación de la Tierra, el grado del ascendente astrológico u horizonte Este, va desplazándose constantemente a medida que gira la Tierra, y cada cuatro minutos de media aproximadamente, surge un nuevo grado por el horizonte.
Por poner un ejemplo, en el caso de Jesús, a las 11,30 el ascendente ya había recorrido medio grado astrológico, a las 11,32 el ascendente lo iba a ocupar el grado 16º de la constelación de Escorpio, a las 11,36 ascendía por el horizonte el grado 17º, a las 11,40 el grado 18º, y así sucesivamente, hasta completar los 360 grados astrológicos en los 1440 minutos que dura un giro completo de la esfera terrestre sobre su eje.

Los antiguos astrólogos concedieron el apelativo de "fijas" a todas las estrellas, excepto al Sol, al que a efectos astrológicos consideraban como planeta.
Y, precisamente, las denominaron fijas porque siempre estaban situadas en el mismo grado zodiacal, y eran el referente o punto de referencia para medir el movimiento, y localizar en el mapa del firmamento, a siete esferas que se movían por el espacio, a las que, en contraposición con las estrellas fijas, las llamaron estrellas errantes, en griego "planetes", de cuyo término deriva nuestra palabra planetas.
Sin embargo, a raíz del descubrimiento del movimiento de precesión, y para hacer coincidir los equinoccios y los solsticios todos los años en las mismas fechas, es decir, para que la primavera, verano, otoño e invierno comiencen siempre sobre el día 21 de los meses de Marzo, Junio, Septiembre y Diciembre, respectivamente, los astrólogos del mundo occidental adjudicaron a las estrellas fijas un movimiento ficticio de un grado zodiacal cada 72 años. Si consultamos, hoy en día, un catálogo actualizado de la posición de esas estrellas fijas nos encontraremos con que todas las estrellas, y con ellas los signos zodiacales, han sido desplazadas erróneamente, con respecto a las constelaciones, aproximadamente 24 grados de la posición que realmente ocupan.
Signo zodiacal y constelación deberían coincidir y ser algo único e indivisible, porque en realidad, quiénes otorgan la cualidad esencial a los signos zodiacales son las estrellas fijas que ocupan esas constelaciones.
Volviendo a nuestro tema, las otras tres estrellas reales de los persas estaban situadas en los puntos siguientes:
La estrella Régulus ocupaba el Medio Cielo. La estrella Aldebarán, por encontrarse en oposición a la estrella Antares, ocupaba el grado exacto del punto descendente, o punto cardinal Oeste, y la estrella Fomalhaut se encontraba muy próxima al Immun Coeli, o grado del Bajo Cielo.
Es decir, las cuatro estrellas regias de los persas ocupaban y dominaban los cuatro puntos astrológicos angulares más importantes del recién nacido.
Todo esto, unido a las excepcionales posiciones de los planetas, otorgaba a ese recién nacido un título o carácter regio.
Ya he mencionado antes que la astrología persa calificó como "regias o reales" a esas cuatro estrellas porque, si se encuentran situadas en puntos astrológicos clave, en el nacimiento de una persona, otorgan cierto grado de realeza al destino del nativo.
Éste es otro importante motivo por el que los astrólogos persas, al llegar a Jerusalén, preguntaron por el nuevo rey de los judíos, ya que ellos sabían que nacer en aquel preciso momento y lugar otorgaba gran realeza.
Y, curiosa y coincidentemente, el cartel o título que los romanos colocaron en la cruz de su ejecución fue "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos".


Jesús de Nazaret nació considerado como rey, los evangelios nos dicen que sus seguidores quisieron hacerle rey, entró en Jerusalén aclamado como rey, e igualmente, murió considerado como rey.

Esa configuración planetaria y estelar tan extraordinaria fue la estrella de Belén de aquellos magos de oriente, la "estrella" que marcó el momento del nacimiento de Jesús de Nazaret, y que guió a esos sacerdotes persas, y a su séquito, hasta Jerusalén.
Los planetas marcaron el día, y las estrellas marcaron la hora.
Vuelvo a recalcar que los magos eran astrólogos y a la estrella de Belén, únicamente, podremos acceder a través de la astrología, y sobre todo, a través de la astrología persa de aquella época. Deberemos introducirnos en la mente de aquellos magos, y contemplar y comprender su visión del mundo y del universo.
Solamente aquellos tres astrólogos conocían lo extraordinario de aquel nacimiento, y sabían la posterior trascendencia y universalidad que llegaría a tener quién naciera en ese preciso momento, en un lugar determinado de Judea.
Y, como podemos comprobar, no se equivocaron.

A continuación voy a insertar varios datos astronómicos para que sea más fácil poder llegar a comprender la rareza y excepcionalidad de las posiciones planetarias y estelares, coincidentes en el preciso momento del nacimiento de Jesús
Al igual que la Tierra, el resto de los planetas realizan su movimiento de traslación alrededor del Sol.
Aproximadamente, la Tierra completa su giro en 365 días, Mercurio lo hace en 88 días, Venus en 225 días, Marte en 687 días, Júpiter tarda casi 12 años y Saturno casi 30 años.
La Luna en su recorrido alrededor de la Tierra transita las doce constelaciones en menos de 28 días.
Esto quiere decir que Saturno recorre una constelación en, aproximadamente, dos años y medio, Júpiter lo realiza en un año, Marte tiene un recorrido promedio de casi dos meses, Venus necesita entre 26 y 30 días, Mercurio puede atravesar una constelación en 14 días, y la Luna lo hace en dos días y medio.


Como vemos, todos los planetas giran alrededor del Sol con una velocidad y un movimiento distinto en cada uno de ellos, por lo que es prácticamente imposible que coincidan seis planetas en sus domicilios astrológicos, y en un mismo momento.
Pero, para entenderlo mucho mejor basta con comprobar la posición de los planetas en el momento de nuestro nacimiento, ver cuántos de ellos transitaban por sus domicilios astrológicos, y comprobar, también, las estrellas que tenemos colocadas en nuestros principales puntos astrológicos.

Continua en parte 3ª

© del texto: José Antonio Cardona
Bibliografía: “Jesús de Nazaret, a través de todos los evangelios” ISBN 978-84-614-0296-0
Derechos Reservados  © 2010



ANTARES, LA ESTRELLA DE BELÉN Y EL NACIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET (1)



Voy a exponer parte de un trabajo que realicé años atrás sobre la figura de Jesús de Nazaret, y en especial sobre la “misteriosa” estrella de Belén y su relación con el nacimiento de Jesús.
Y sin más preámbulo, vamos a intentar calcular la fecha en la que aconteció ese nacimiento.
Pero antes de llevar a cabo este cálculo es preciso conocer que en el siglo VI, el Papa Juan I encargó a un monje llamado Dionisio el Exiguo que unificase los calendarios de Oriente y Occidente, a partir del año del nacimiento del Señor.
En el mundo romano, los años se contabilizaban a partir del año de la fundación de Roma. -ab urbe condita - a.u.c.-
Este monje cometió el error de tomar como exacto el dato del evangelista Lucas cuando dice que:

"Jesús, al empezar, tenía unos treinta años."
Lc. 3,23

Jesús comenzó su vida pública tras recibir el bautismo por parte de Juan, y este episodio del bautismo de Jesús, Dionisio lo dató también erróneamente, en "el año quintodécimo del imperio de Tiberio Cesar". (Lc. 3,1)
Este emperador sucedió en el trono a su padrastro Octavio Augusto en el año 767 a.u.c. -desde la fundación de Roma-, y teniendo en cuenta que Jesús, según Dionisio el exiguo, comenzó su ministerio público quince años después de la llegada al poder de Tiberio, esto nos coloca en el año 782 a.u.c.
Lucas dice en su evangelio "tenía unos treinta años", pero Dionisio el Exiguo ignoró la palabra "unos", y consideró como exacto que Jesús tenía en ese año de 782 a.u.c., treinta años.
En la época de Dionisio se tenía por seguro que los evangelios habían sido inspirados por el Espíritu Santo, y todo lo que estaba escrito en ellos era la Palabra de Dios y, por tanto, no podía estar equivocado.
Entonces, el erudito monje descontó treinta años desde esa fecha, tomando como primer año de la resta el mismo 782 a.u.c. (Para comprobar esto, sencillamente, basta con contar con los dedos comenzando por el 782 hacia atrás) y, dio por exacto y seguro que Jesús había nacido en el año 753 a.u.c., por lo que tomó el año siguiente, es decir, el año 754 a.u.c. como año 1 después de Cristo, pero al desconocerse en occidente el uso del número cero, el año 753 a.u.c. fue tomado, consiguientemente, como año 1 antes de Cristo
Sin embargo, Dionisio no tuvo en cuenta, o, lo más probable es que desconociera el dato, que el rey Herodes el Grande había fallecido casi cuatro años antes de esa fecha.
Herodes murió en la primavera del año 4 a.c., o 750 a.u.c.
Si a esto añadimos la coincidencia de la fecha del censo decretado por el emperador Augusto, con la fecha que ofrecen los evangelios de la infancia al afirmar, con muy buen criterio, que Jesús tenía casi tres años cuando Herodes murió, podemos ubicar su nacimiento en el año 7 a.c.
Una vez establecido el año, vamos a intentar precisar el mes, e incluso el día y la hora de ese nacimiento.
Los evangelios nos hablan de unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban velando sobre sus rebaños.
Esto indica que la temperatura nocturna en esa fecha tenía que ser muy benigna, de lo contrario, no hubiese sido nada saludable dormir al raso, ni para los pastores, ni para sus rebaños.
Por lo tanto, queda descartado el invierno como posible momento del evento. En el pastoreo tradicional, durante el frio invierno, los rebaños se recogen al atardecer en apriscos cubiertos, y por supuesto, los pastores no duermen al raso.
Otro hecho que nos hace pensar en una estación más favorable es el viaje que José, María y los dos hijos menores del primer matrimonio de José, inician desde Nazaret.
Es razonable pensar, que el experimentado José no emprendería tan largo camino en unas fechas en las que predominasen fenómenos meteorológicos desfavorables como el frio intenso, heladas, lluvia o nieve. Recordemos que los primeros escritos cristianos nos dicen que el anciano carpintero viajaba continuamente, de ciudad en ciudad, atendiendo y trabajando en las obras que contrataba.
Tampoco parece probable que viajasen en una época en la que los días tuviesen muy pocas horas de iluminación solar.
Por lo tanto, todo esto nos delimita a que el viaje entre Nazaret y Belén se efectuó al final de la primavera, en verano, o en el principio del otoño.
Pero, lo que en verdad nos puede conducir, igual que condujo a los tres "reyes" magos desde Persia a Jerusalén, a saber con exactitud la fecha del nacimiento de "un gran rey en Judea" es la estrella de Belén, arropada después por la profecía de Miqueas.




¿Qué es la estrella de Belén? ¿Qué pudo ser esa estrella que colocamos en los belenes navideños encima del portal, o en lo más alto del tradicional árbol de Navidad?


Para responder a estas preguntas debemos comenzar a descartar lo que en realidad no fue esa estrella.
Mucho se ha especulado sobre el fenómeno astronómico que dio origen a esta leyenda. Una supernova, una conjunción entre los planetas Júpiter y Saturno, o el paso del cometa Halley.
Sin embargo, lo primero y más importante que debemos tener en cuenta al analizar la cuestión es, Y ESTO ES FUNDAMENTAL, que fuese lo que fuese esa estrella, ÚNICA Y  EXCLUSIVAMENTE la vieron unos magos procedentes de Oriente.

¡¡SOLAMENTE ELLOS, Y …  NADIE MAS!!
¡Qué curioso!

Una supernova es una estrella que ha explosionado, y que de repente aparece en los cielos con una luminosidad aumentada en miles de veces.
Este es un fenómeno visible en todas las partes de la Tierra, y no existe ningún registro de estas características en ninguna de las crónicas astronómicas de la época. De haberse producido este singular hecho, astrónomos de otras civilizaciones -China, Japón, India, Grecia, o la misma Roma- lo hubiesen recogido y anotado en sus registros.
Y el mismo Herodes, y todos sus súbditos hubiesen podido contemplarlo, por lo que no se tendrían que haber sorprendido ante las preguntas de esos magos:

“¿Dónde está el rey que os ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente, y venimos a adorarlo. Y la nueva llegó al rey Herodes, y lo asustó tanto, que consultó a los escribas, a los fariseos y a los doctores del pueblo para saber por ellos, dónde habían anunciado los profetas que debía nacer el mesías.”
Ev. Del Pseudo-Mateo 16,1

Referente a una conjunción entre Júpiter y Saturno debo explicar que esa conjunción se repite cada veinte años, y por consiguiente, no es algo excepcional. Además, ningún planeta tiene luz propia, por lo que es imposible confundir estos acercamientos con ninguna estrella.
En cuanto al cometa Halley que se acerca a la Tierra cada 76 años, su paso acaeció en aquel tiempo en el año 11 o 12 a.c., es decir, cuatro o cinco años antes del nacimiento de Jesús, y por supuesto, éste, también es un fenómeno visible en todo el planeta.
Por todo lo expuesto, podemos descartar la estrella de Belén como cualquiera de estos fenómenos que acabo de comentar.
Llegados a esta conclusión, ahora debemos reflexionar sobre la figura de los magos.
¿Quiénes eran? ¿De dónde procedían? ¿A qué se dedicaban? ¿Llegaron cuando nació Jesús, o llegaron dos años más tarde?
A todo esto nos responden los llamados evangelios de la infancia.
En primer lugar, nos dicen que estos tres magos eran sacerdotes-astrólogos procedentes de Persia.
Y ahora vamos a hacer un inciso para intentar comprender la función que desarrollaban estos hombres sabios en la sociedad de su tiempo.
En la antigüedad, religión y astrología estaban íntimamente unidas.
Los sacerdotes persas poseían elevados conocimientos en astrología, a la que consideraban como la más grande de las ciencias.
En la religión zoroástrica, el nombre dado a estos sacerdotes era "magu", en griego "magoi", y en latín "magi", de donde derivan palabras de nuestro idioma como mago, mágico, o magia.
Durante milenios, todas las grandes civilizaciones conocidas basaron su orden en torno a la astrología. Las siembras, las cosechas, la medicina, las festividades, el comienzo de los viajes, el inicio de las guerras, la fundación de las ciudades, las previsiones meteorológicas, todo, en definitiva, se realizaba en base a lo que ellos llamaban los juicios de las estrellas.
Estos "magus", sacerdotes-astrólogos, depositarios de conocimientos ancestrales sobre los efectos del devenir de los astros en el firmamento, realizaban en los templos sagrados, empleados a su vez como observatorios astronómicos, predicciones tan exactas sobre futuros acontecimientos, que no había rey, faraón, o emperador que pusiera en marcha ningún plan de guerra, o de paz, sin consultarlos.

Pero retomando el tema que nos ocupa podríamos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué conocían los sacerdotes persas, que el pueblo judío, incluido Herodes, ignoraba?
¿Cuál fue el motivo que les impulsó a realizar un viaje que duró varios meses, soportando penosas incomodidades a través de desiertos y montañas?
¿Qué vieron aquellos magos en el año 7 a.c., para tomar la decisión de recorrer tan largo y arduo camino, desde Persia, hasta Jerusalén?
La respuesta es la siguiente:
Aquellos astrólogos persas vieron en el firmamento algo muy especial. Algo excepcional.
Pero, ellos no contemplaron un fenómeno astronómico espectacular, como un cometa, o una supernova, tal y como se ha venido especulando desde hace dos mil años.


Aquellos magos eran astrólogos, y lo que ellos vieron, fue un fenómeno astrológico extraordinario, como consecuencia de una situación, o configuración astronómica irrepetible, en la que seis de los siete planetas conocidos en la antigüedad (Luna, Sol, Mercurio, Venus, Marte, y Júpiter) iban a situarse simultáneamente, en el firmamento, en sus domicilios astrológicos, en un preciso momento de aquel año 7 a.c.
Debo aclarar que la Luna y el Sol eran considerados planetas a efectos astrológicos.
El séptimo planeta, Saturno, se encontraba en conjunción con Júpiter, siendo estos dos grandes planetas, según dice la tradición astrológica, los que marcan con sus conjunciones el inicio, y el final de los grandes ciclos de tiempo.
Podemos decir que la astronomía se puede considerar como el estudio, y conocimiento matemático, de la posición de los astros en cada momento, y la astrología interpreta la influencia de esas posiciones en los asuntos humanos.
Según el antiguo legado astrológico, todos los planetas lanzan sus mejores influencias a la Tierra cuando están situados o, mejor dicho, transitan por sus domicilios astrológicos.
Los domicilios astrológicos de los planetas son los siguientes:

-Saturno cuando transita las constelaciones de Capricornio y Acuario.
-Júpiter cuando transita las constelaciones de Sagitario y Piscis.
-Marte cuando transita las constelaciones de Aries y Escorpio.
-Sol cuando transita la constelación de Leo.
-Venus cuando transita las constelaciones de Tauro y Libra.
-Mercurio cuando transita las constelaciones de Géminis y Virgo.
-Luna cuando transita la constelación de Cáncer.

Astrológicamente, cada constelación se divide en treinta particiones o grados.
En el momento del nacimiento de Jesús, los planetas estaban situados en los siguientes grados y constelaciones:

Luna, grado 5º de la constelación de Cáncer.
Mercurio, grado 10º de la constelación de Virgo.
Venus, grado 14º de la constelación de Libra.
Sol, grado 28º de la constelación de Leo.
Marte, grado 6º de la constelación de Escorpio.
Júpiter, grado 25º de la constelación de Piscis.
Saturno, grado 23º de la constelación de Piscis.

Uno de los conocimientos de la astrología, legado también por la tradición antigua, dice que cuantos más planetas en sus domicilios astrológicos tenga una persona en el momento de su nacimiento, más cerca estará de la perfección.
Los sacerdotes-astrólogos persas tenían la firme convicción, de que cada ser humano nacía en un momento astrológico único y particular, distinto al de las demás personas.
De ahí, concluían que cada hombre o mujer tenía su propia estrella de nacimiento que condicionaba su destino -siempre hemos oído que tal o cual persona ha nacido con buena o mala estrella-  y, cuando en el firmamento se producía una configuración astronómica-astrológica especial, sabían que quién nacía en la Tierra en ese momento, tenía, también, un destino especial, cumpliéndose con ello el famoso axioma hermético “Como es arriba, es abajo.”
Y eso fue, precisamente, lo que estos magos conocían, y lo que el pueblo judío y Herodes ignoraban.
Aquellos "magus" sabían que en un día determinado del verano de aquel año 7 a.c. iba a producirse una configuración astronómica especial, única, e irrepetible, y quién naciera en ese preciso momento se iba a convertir en un ser especial, único, e irrepetible.
Sin embargo, en distintas partes del mundo pueden nacer varios niños en el mismo momento.
¿Cómo sabían los magos que debían dirigirse a Jerusalén?
Los magos eran astrólogos, y "la estrella de Belén", solamente, puede ser descubierta y comprendida desde la astrología.
La doctrina astrológica enseña que cada punto o lugar de la Tierra tiene una latitud y una longitud diferente a cualquier otro punto del planeta y, debido al constante movimiento de rotación de la Tierra, a cada momento se produce un cambio en la línea del horizonte terrestre respecto al espacio exterior. El punto, o lugar exacto, donde la prolongación del horizonte terrestre intersecciona con la Eclíptica en el punto cardinal Este, es conocido en astrología como punto o grado ascendente, al que los antiguos astrólogos llamaban "Horóscopos", de cuyo nombre ha derivado, erróneamente, lo que hoy se conoce como la lectura del signo solar zodiacal, o lectura del horóscopo.


Visto desde la Tierra, es decir, desde un punto de vista geocéntrico, la eclíptica es la línea recorrida por el Sol a lo largo de un año, alrededor de la Tierra y a través de las 12 constelaciones. El grado del ascendente era en la antigüedad, y sigue siendo hoy en día, el punto  más trascendental, importante y fundamental para tratar y predecir astrológicamente cualquier asunto. Este punto recibe a cada fracción de segundo una incidencia angular distinta de los diferentes planetas y estrellas fijas que nos rodean. Esa influencia planetaria y estelar nos llega a la Tierra a través de la luz y ésta, a su vez, la transmite al aire que nos envuelve y, en el preciso instante que se produce la primera respiración de un recién nacido, ese aire único deja marcado en el nuevo ser, la naturaleza y la luz del momento astrológico con sus buenas o malas influencias, dependiendo de la situación zodiacal y angular en la que se encuentren los planetas y las estrellas. Y ese momento preciso era para los antiguos astrólogos el que marcaba si una persona nacía con una buena, o una mala estrella.
A esto habría que añadir, también, la influencia o, aspectación angular de estrellas y planetas a otro punto astrológico, considerado igualmente como determinante en el destino de una persona, conocido como el punto del medio cielo, el cual, al igual que el punto ascendente, va cambiando de situación a cada momento. El grado del medio cielo es el lugar en el que la eclíptica alcanza el punto más alto.

En cuanto a la duración de un momento astrológico, Claudio Ptolomeo (siglo II), conocido como el príncipe de los astrólogos, nos da la siguiente explicación:
"En cada hora ascienden 24.000 roboat, y cada uno de éstos contiene 10.000 momentos, y cada momento tiene su propio color, sabor y naturaleza, y ello es de tal modo complicado, que el mismo sentido humano es incapaz de apreciarlo, sino que solamente puede apreciarlo Dios"
Esos "magus" conocían, por un documento procedente de sus antepasados y amparados por sus elevados conocimientos astrológicos, el lugar dónde iba a incidir esa especial influencia planetaria, consecuencia de la excepcional configuración astrológica de un momento determinado, y el grado del ascendente de ese preciso momento, apuntaba a Judea, concretamente, a la zona de Jerusalén.
Para quienes no estén familiarizados con la disciplina astrológica, uno de estos evangelios de la infancia, concretamente el evangelio armenio, nos lo aclara más sencillamente.
Dice ese escrito, que estos sacerdotes persas guardaban una carta antiquísima que había llegado a su poder transmitida de generación en generación desde los tiempos del rey Ciro, en la cual estaba marcado el extraordinario momento -la estrella personal- del nacimiento de un gran rey en la tierra de Judea. Por eso, cuando los magos llegaron a Jerusalén preguntaron directamente por el lugar donde, según las escrituras hebreas, estaba profetizado el nacimiento del rey de los judíos.

"Y Abraham la dio a Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Alto, por cuya vía nuestro pueblo la recibió, en tiempo de Ciro, monarca de Persia, y nuestros padres la depositaron con grande honra en un salón especial. Finalmente, la carta llegó hasta nosotros. Y nosotros, poseedores de ese testimonio escrito, conocimos de antemano al nuevo monarca, hijo del rey de Israel."
Ev. Armenio de la Infancia 11,11
Continua en parte 2ª 
© del texto: José Antonio Cardona
Bibliografía: “Jesús de Nazaret, a través de todos los evangelios” ISBN 978-84-614-0296-0
Derechos Reservados  © 2010